Los Rolex, las agendas, la suegra o el pulmón: cuando la mentira se cuela en las acciones de comunicación

Los Rolex, las agendas, la suegra o el pulmón
Los Rolex

El pasado jueves 14 de marzo, el programa informativo online La Encerrona lanzó un reportaje sobre la colección de relojes que la presidente de la República, Dina Boluarte, venía luciendo en eventos públicos. Entre los catorce relojes identificados luego de la revisión cerca de 10 mil fotografías oficiales -capturadas desde cuando la hoy mandataria era ministra de Inclusión Social hasta la fecha de emisión de la nota- se pudo identificar uno de la lujosa marca Rolex.

Al día siguiente, la presidente fue cuestionada sobre el origen de dicho suntuoso reloj, y ella atinó a decir que se trataba de un artículo personal de “ataño”. No obstante, no había referencia alguna a este bien en sus declaraciones juradas.

En paralelo, otra investigación del periodista Alonso Ramos ponía el nombre del otro protagonista de esta historia ante los reflectores: Wilfredo Oscorima, actual gobernador regional de Ayacucho y generoso aportante de relojes Rolex en casos anteriores. Cuestionado, Oscorima dijo que todo se trataba de patrañas para desestabilizar al gobierno de Boluarte y que él no tenía nada que ver con el tema.

Pero el periodismo de investigación y el tiempo hicieron lo suyo. Fueron puestas a la luz más evidencias y ya no era solo un Rolex sino hasta tres, y a ellos se sumaban pulseras y hasta aretes. En tanto, la Fiscalía de la Nación realizaba un proceso de investigación que decantó en el allanamiento a la casa de Dina Boluarte, a quien no le quedó más que reconocer que los relojes le habían sido entregados por el gobernador de Ayacucho –a quien señaló como su “wayki”– pero en calidad de préstamo, y que ya los había devuelto.

Esta situación, esta falta de transparencia, este ir y venir de declaraciones falaces e imprecisas, hoy tienen a la presidenta del Perú en una situación legal complicada y han implicado la baja de su popularidad, al punto de llegar al 95% de desaprobación, la más alta registrada por un gobernante en nuestro país e incluso en Latinoamérica.

 

Las agendas

Corría el año 2015, y unas anotaciones en las agendas de la primera dama del Perú de aquel entonces, Nadine Heredia,  evidenciaron el uso inadecuado de fondos que deberían haber sido invertidos en la campaña presidencial del Partido Nacionalista, además de otras informaciones vinculadas a la gestión del gobierno y decisiones que podría haber tomado la primera dama sin tener las facultades para hacerlo.

Cuando el programa Panorama y el diario Perú21 dieron a conocer este caso, Nadine Heredia no demoró en calificar como “mentira” esta denuncia. Y a lo largo de varias semanas, siempre recalcó desconocerlas. O no reconocer las anotaciones como provenientes de su puño. O incluso atribuyendo a una confusión ortográfica o semántica la conclusión extraída por la periodista Rosa María Palacios a partir de la frase “La verdad es mi letra”. Pero en todas las ocasiones, no perdió oportunidad para señalar que estas artimañas no eran más que calumnias generadas por sus adversarios políticos para desestabilizar el régimen nacionalista.

Sin embargo, días después, pasó lo que tenía que pasar: Nadine Heredia reconoció que las agendas, esas que por meses hizo hasta lo imposible por negar como suyas, le pertenecen. Las mentiras con las que había estructurado su discurso de defensa en todo ese tiempo le  impidieron dar una explicación -más allá de cierta o falsa- al menos comprensible. Sino, mejor mirar este reportaje emitido en su momento por el dominical Cuarto Poder:


La suegra

En el ámbito político, hemos tenido en el Perú -además del de las agendas de Nadine Heredia- otro caso notable en el que la estrategia de comunicación buscó basarse en una mentira (si no en más) para poder escabullirse de las responsabilidades que sus acciones implicaban.

Ese otro caso  fue el del departamento y la oficina adquiridas en teoría por Eva Fernenbug, suegra del ex presidente Alejandro Toledo. La compra podría no haber tenido nada de raro, pero lo singular fue que ambos inmuebles habrían tenido un valor aproximado al medio millón de dólares. Entonces, frente a acusaciones de un posible lavado de activos, Toledo esgrimió una serie de justificaciones, que fueron desde una indemnización por el holocausto que habría recibido su suegra hasta que uno de sus amigos multimillonarios le regaló dinero a doña Eva para adquirir los predios.

Sin embargo, las investigaciones han podido inferir que estas explicaciones no serían más que mentiras (a las que Toledo, valgan verdades, acostumbra recurrir), y se sigue investigando un posible enriquecimiento ilícito y lavado de activos. En esta nota de LP Pasion por Derecho se puede leer un buen resumen al respecto de la situación del caso. Esto, sumado al de la paternidad de Zaraí Toledo (que el ex presidente negó en todos los idiomas hasta que, por presión legal, no tuvo más que reconocerla) y a otras circunstancias de su carrera política, causaron tal impacto que la última candidatura presidencial de Toledo en las elecciones generales de 2016 no logró llegar ni al 2% de votos válidos.

 

El pulmón

Hace ya un tiempo atrás, exactamente en 2009, llegó a Lima una exposición denominada “El Cuerpo Humano: Real y Fascinante”. La muestra, de propiedad de Premier Exhibitions, fue montada en Lima por la empresaria Susan Hoefken.

La llegada de la exhibición a la ciudad tuvo una cobertura importante en medios. Pero, para poder generar una mayor atención y buscar que la muestra se convirtiese en una noticia de mayor impacto y que ello repercutiese en la venta de entradas -el principal objetivo, por cierto-, a Susan Hoefken no se le ocurrió mejor idea que denunciar el robo de una de las piezas de la exhibición: un pulmón.

La empresaria logró su objetivo inicial: la noticia corrió como reguero de pólvora. Los flashes y las cámaras estuvieron puestas en las vitrinas de la exposición hurgando y especulando posibles maneras en las que el pulmón habría sido sustraído sin que nadie se diese cuenta. Días después, el pulmón supuestamente hurtado fue encontrado envuelto en una bolsa negra, tirado en una playa de estacionamiento.

Las investigaciones policiales prosiguieron, pero apuntaron hacia quien menos se esperaba. La misma organizadora del evento, Susan Hoefken, fue acusada de haber montado el robo. Al principio ella lo negó, pero luego no le quedó más que asumir que había mentido para causar interés en posible visitantes e incrementar así el flujo de sus ingresos. En 2013, Susan Hoefken fue hallada culpable y condenada por diferentes delitos vinculados a la obstrucción en la administración de justicia. Con ello, empezó y acabó una posible carrera en la organización de eventos culturales.

Este fue uno de los casos más sonados en Perú en el que una mentira fue utilizada como base de una estrategia de comunicación a nivel corporativo (por decirlo así). Lógicamente, los medios que creyeron en ella y se vieron sorprendidos no demoraron en demostrar desde malestar hasta indignación. Y es que los medios se esfuerzan por conseguir información que sea, por sobre todo, veraz. Para los medios, la credibilidad es un valor que, como la confianza, tarda años en consolidarse pero puede destruirse en segundos siempre que no se deslinde la responsabilidad respectiva.

Qué aprender de todos estos casos

Se ha dicho que los medios necesitan información veraz. Certera y precisa, sin duda. Su credibilidad está en juego, y con ella su existencia. Por ello, necesitan fuentes que brinden datos ciertos provenientes de una fuente confiable. Un portavoz que miente corre el riesgo de perder para siempre la confianza de los periodistas.

Según la Real Academia Española, una mentira es una manifestación opuesta no solo a lo que se sabe, sino incluso a lo que se piensa o se siente. El vocero de una organización debe evitar mentir en cualquier caso, ya sea con respecto a hechos concretos como a ideas respecto a determinados temas. Si no está seguro de alguna información, es mejor no inventarla y más bien se recomienda pedir al periodista un tiempo prudente para analizarla y confirmarla o desmentirla.

Como especialista en un campo o aspecto, la posición de un vocero será respetable siempre que sea cierta, ética y legal. La sinceridad ante todo, siempre. Porque la mentira tiene patas demasiados cortas y, tarde o temprano, lo que diga podrá ser usado en su contra.

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